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Por: Gladys Elizabeth Hernández, directora y fundadora del John Dewey School de Bogotá.
Los hijos necesitan amor, mucho amor. Decir esto es repetir una cosa más que sabia. Y, sin embargo, nunca se insistirá bastante en ello. Si, desde luego, todos los padres quieren a sus hijos. Pero no basta quererles. Hace falta que ellos se den cuenta de que se les quiere, que se sientan en todo caso protegidos por el amor de sus padres.
Si no hemos sido amados en casa, en la niñez, llegaremos al mundo con un gran deseo de amor insatisfecho y solo buscaremos la manera de satisfacerlo. Si hemos sido amados, si en vez de faltarnos nos sobra amor, seremos capaces de dar a los otros, de satisfacer, aunque sea una pequeña parte, de la gran sed de amor que padece el mundo.
Pero conviene que los padres tengan una idea clara de la no incompatibilidad del amor y la libertad. Amar a un hijo no significa tenerle siempre intervenido, sujeto, privado de iniciativa propia y de libertad de acción. Los padres deben favorecer la libertad de sus hijos y hasta provocarla si ellos no la solicitan.
Las golondrinas son un buen ejemplo: la madre cuida a los pequeños y los calienta mientras el padre les busca el alimento. Pero en el momento en que los hijos llegan a la edad de volar, la misma madre les empuja fuera del nido. De esta manera, si han crecido fuertes abren las alas y gozan por primera vez el placer de sentirse suspendidos en el aire. Y si alguno ha crecido débil, cae al suelo y allí queda expuesto a infinitos peligros de muerte, de los que difícilmente conseguirá salvarse.
Nada ayuda tanto a la formación de una personalidad humana como la plena sensación de libertad, de una libertad sin límites impuestos, en la que se es dueño y responsable único de todas las acciones. Una libertad que se usa muy a gusto cuando se sabe que, en todo caso, en el refugio de la casa los padres se encontrarán un amor sin trampa.
A continuación menciono siete herramientas para formar hijos sanos, la combinación de estas herramientas proporciona lo que sus hijos necesitan, una sola no surte el efecto deseado.
1. Un buen mensaje de amor, que llegue a través de actos, palabras, gestos o caricias. Asegurase de que su hijo se sienta amado. 2. Una disciplina afectiva, que no es más que una serie de reglas que ayudan al niño a entender que es correcto y que no. 3. Poner límites, saber decir “no” cuando sea necesario. 4. Una comunicación clara, que implica decir y hacer lo que se dice. 5. Averiguar cuál es la causa que motiva el comportamiento inadecuado del niño. Un niño no se porta mal porque si. 6. Establecer metas a corto plazo, con los hijos nada funciona a largo plazo. 7. Ser paciente y tolerante, pero firme. Esta combinación es la clave del éxito. |
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